La Revuelta de
Haymarket
¿Qué fue?
El incidente de Haymarket o revuelta de Haymarket fue un
hecho histórico que tuvo lugar en Haymarket Square (Chicago, Estados Unidos) el
4 de mayo de 1886 y que fue el punto álgido de una serie de protestas que desde
el 1 de mayo se habían producido en respaldo a los obreros en huelga, para
reivindicar la jornada laboral de ocho horas. Durante una manifestación
pacífica una persona desconocida lanzó una bomba a la policía que intentaba
disolver el acto de forma violenta. Esto desembocó en un juicio, años después
calificado de ilegítimo y deliberadamente malintencionado, hacia ocho
trabajadores anarquistas y anarcocomunistas, donde cinco de ellos fueron
condenados a muerte (uno de ellos se suicidó antes de ser ejecutado) y tres
fueron recluidos. Fueron denominados Mártires de Chicago por el movimiento
obrero.
Posteriormente este hecho dio lugar a la conmemoración del 1
de mayo, originalmente por parte del movimiento obrero, y actualmente
considerado en la gran mayoría de los países autodenominados democráticos
(exceptuando los Estados Unidos, el Reino Unido y el Principado de Andorra), el
Día internacional de los trabajadores.
Contexto
Los hechos que dieron lugar a esta revuelta están
contextualizados en los albores de la revolución industrial en los Estados
Unidos. A fines del siglo XIX Chicago era la segunda ciudad de EE.UU. Del oeste
y del sudeste llegaban cada año por ferrocarril miles de ganaderos desocupados,
creando las primeras villas humildes que albergarían a cientos de miles de
trabajadores. Además, estos centros urbanos acogieron a emigrantes venidos de
todo el mundo a lo largo del siglo XIX.
Una de las reivindicaciones básicas de los trabajadores era
la jornada de ocho horas. El hacer valer la máxima ocho horas para el trabajo,
ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa. En este contexto se
produjeron varios movimientos. En 1829 se formó un movimiento para solicitar a
la legislatura de Nueva York la jornada de ocho horas. Anteriormente existía
una ley que prohibía trabajar más de dieciocho horas, salvo caso de necesidad.
Si no había tal necesidad, cualquier funcionario de una compañía de ferrocarril
que hubiese obligado a un maquinista o fogonero a trabajar jornadas de
dieciocho horas diarias debía pagar una multa de veinticinco dólares.
El movimiento sindical en Canadá inició una campaña similar
a partir de 1872 a favor del día laboral limitado y de los derechos sindicales,
que se obtuvieron en la década de los 1870 en ese país.
Corría el año de 1877 y las huelgas de los ferroviarios, las
reuniones y las grandes movilizaciones en Estados Unidos eran reprimidas a
balazos, golpes y prisión. Estas mismas tácticas represivas y la necesidad
imperiosa por la defensa y la asociación para buscar mejoras en las condiciones
de trabajo que en ese tiempo eran de semiesclavitud dieron pie a la gestación
de un movimiento de resistencia y lucha de trabajadores que algunos años mas
tarde daría sus frutos.
En 1880 quedó conformada la federación de organizaciones de
sindicatos y trade unions (Federation of Organized Trades and Labor Unions), y
en 1884 se aprobó una resolución para establecer a partir del primero de mayo
de 1886, mediante la Huelga General en todo EEUU, las ocho horas de trabajo.
Esto despertó un interés y un apoyo generalizado, ya que por aquella época el
horario de trabajo obligatorio era de 10, 12 o 14 horas diarias normalmente. De
estas jornadas tampoco estaban excluidos l@s miles de niñ@s, ni por supuesto
las mujeres a quienes se les pagaban salarios inferiores, sin mencionar que de
por sí los salarios eran muy bajos y las condiciones de trabajo insalubres. La
efervescencia fué tal en todo EEUU que los sindicatos y las trades unions
aumentaban geométricamente. Por ejemplo, el número de miembros de los
Caballeros del Trabajo subió de 100.000 en el verano de 1885 a 700.000 al año
siguiente.
La mayoría de los obreros estaban afiliados a la Noble Orden
de los Caballeros del Trabajo, con una importante influencia anarquista, pero
tenía más preponderancia la American Federation of Labor (AFL) (Federación
Americana del Trabajo). En su cuarto congreso, realizado el 17 de octubre de
1884, había resuelto que desde el 1 de mayo de 1886 la duración legal de la
jornada de trabajo debería ser de ocho horas. En caso de no obtener respuesta a
este reclamo, se iría a una huelga. Recomendaba a todas las uniones sindicales
a tratar de hacer promulgar leyes con ese contenido en todas sus
jurisdicciones. Esta resolución despertó el interés de todas las
organizaciones, que veían que la jornada de ocho horas posibilitaría obtener
mayor cantidad de puestos de trabajo (menos desocupación). Esos dos años
acentuaron el sentimiento de solidaridad y acrecentó la combatibilidad de los
trabajadores en general.
En 1886, el presidente de Estados Unidos Andrew Johnson
promulgó la llamada Ley Ingersoll, estableciendo las ocho horas de trabajo
diarias. Al poco tiempo, diecinueve estados sancionaron leyes que permitían
trabajar jornadas máximas de ocho y diez horas (aunque siempre con cláusulas
que permitían hacer trabajar a los obreros entre catorce y dieciocho horas).
Las condiciones de trabajo eran similares, y las condiciones en que se vivía
seguían siendo insoportables.
Historia
En 1886, el presidente Andrew Johnson, promulgó la llamada
Ley Ingersoll, mediante la cual se establecía la jornada de ocho horas, (esto,
ante las 10, 12 y 14 horas). De estas jornadas tampoco estaban excluidos los
miles de niños, ni las mujeres a quienes se les pagaban salarios inferiores.
La Noble Orden de los Caballeros del Trabajo (la principal
organización de trabajadores en EE.UU.) remitió una circular a todas las
organizaciones adheridas donde manifestaba: "Ningún trabajador adherido a
esta central debe hacer huelga el 1° de mayo ya que no hemos dado ninguna orden
al respecto". Este comunicado fue rechazado de plano por todos los
trabajadores de EE.UU. y Canadá, quienes repudiaron a los dirigentes de la
Noble Orden por traidores al movimiento obrero.
El 1 de mayo de 1886, 200.000 trabajadores iniciaron la
huelga, mientras que otros 200.000 obtenían esa conquista con la simple amenaza
de paro.
La paralización de los centros de trabajo se generalizó. La huelga
paralizó cerca de 12.000 fábricas a través de los EEUU. En Detroit, 11.000
trabajadores marcharon en un desfile de ocho horas. En Nueva York, una marcha
con antorchas de 25.000 obreros pasó como torrente de Broadway a Union Square;
40.000 hicieron huelga. En Cincinnati un batallón obrero con 400 rifles
Springfield encabezó el desfile. En Louisville, Kentucky, más de 6000
trabajadores, negros y blancos, marcharon por el Parque Nacional violando
deliberadamente el edicto que prohibía la entrada de gente de color. En Chicago
que era el baluarte de la huelga, paró casi completamente la ciudad. 30.000
obreros hicieron huelga, aunque empresas como en la fábrica de materiales de Mc
Cormick y alguna otra se dieron a la tarea de contratar esquiroles. El día 2 se
realizó un mitin de los obreros despedidos de Mc Cormick para protestar por los
1.200 despidos y los brutales atropellos policiales. Mientras Spies dirigía su
discurso a un grupo de 6000 a 7000 trabajadores, unos cuantos centenares fueron
a recriminar su actitud a los esquiroles que en ese momento salían de la
planta. Rápidamente llegó la policía, cuya acción dejó seis muertos y gran
cantidad de heridos. La indignación ganó los corazones de los trabajadores
movilizados. Spies corrió a las oficinas del Arbeiter
Zeitung y publicó
allí un manifiesto que fué distribuido en todas las reuniones obreras: "(...) Si se
fusila a los trabajadores responderemos de tal manera que nuestros amos lo
recuerdarán por mucho tiempo (...)".
En Chicago donde las condiciones de los trabajadores eran
mucho peores que en otras ciudades del país las movilizaciones siguieron los
días 2 y 3 de mayo. El 3 de mayo, el crecimiento
de la huelga era "alarmante". En el movimiento participaban más de
340.000 trabajadores por todo el país, 190.000 de ellos en huelga. Solo en
Chicago, 80.000 hacían huelga. La única fábrica que trabajaba era la
fábrica de maquinaria agrícola McCormick que estaba en huelga desde el 16 de
febrero porque querían descontar a los obreros una cantidad para la
construcción de una iglesia. La producción se mantenía a base de rompehuelgas
(esquiroles). El día 2 la polícia había disuelto violentamente una manifestación
de más de 50.000 personas y el día 3 se celebraba una concentración en frente
de sus puertas, cuando estaba en la tribuna el anarquista August Spies sonó la
sirena de salida de un turno de rompehuelgas. Los concentrados se lanzaron
sobre los scabs (amarillos) comenzando una pelea campal. Una compañía de
policías, sin aviso alguno, procedió a disparar a quemarropa sobre la gente
produciendo seis muertos y varias decenas de heridos.
La proclama terminaba convocando un acto de protesta para el
día siguiente, el 4 de mayo, a las cuatro de la tarde, en Haymarket Square. Se
consiguió un permiso del alcalde Harrison para hacer un acto a las 19.30.
El 4 de mayo a las 21:30 el alcalde, quien estuvo presente
en el acto de Haymarket Square para garantizar la seguridad de los obreros, dio
por terminado éste. Pero el mismo siguió con gran parte de la concurrencia (más
de 20.000 personas). El inspector de la policía John Bonfield consideró que
habiendo terminado el acto no debía permitir que los obreros siguieran en ese
lugar, y junto a 180 policías uniformados avanzó hacia el parque y empezó a
reprimirlos. De repente estalló entre los policías un artefacto explosivo que
mató a un oficial de nombre Degan y produjo heridas en otros. La policía abrió
fuego sobre la multitud, matando e hiriendo a un número desconocido de obreros.
Se declaró el estado de sitio y el toque de queda, y en los días siguientes se
detuvo a centenares de obreros, los cuales fueron golpeados y torturados,
acusados del asesinato del policía. Se realizaron cantidad de allanamientos y
se descubrió la fabricación de arsenales de armas, municiones, escondites
secretos y hasta "un molde para fabricar torpedos navales".
El 21 de junio de 1886, se inició la causa contra 31
responsables, siendo luego reducido el número a 8. Pese a que el juicio fue en
todo momento una farsa y se realizó sin respetar norma procesal alguna, la
prensa amarilla sostenía la culpabilidad de todos los acusados, y la necesidad
de ahorcar a los extranjeros.[cita requerida] Aunque nada pudo probarse en su
contra, los ocho de Chicago fueron declarados culpables, acusados de ser
enemigos de la sociedad y el orden establecido: August Spies, Adolph Fischer,
George Engel, Louis Lingg, Michael Schwab, Samuel Fielden, Oscar Neebe , y
Albert Parsons que ni siquiera estaba en el lugar de los hechos. Fielden y
Schwab recibieron cadena perpetua, Neebe quince años en prisión, mientras los
otros fueron condenados a muerte. Lingg logró suicidarse en su celda con
dinamita antes de que lo colgaran.
Lo inaudito fue que el fiscal no tenia prueba alguna de la
conexión entre estos hombres y el hombre que tiro la bomba. Su argumento era
que los anarquistas eran culpables por no haber tratado de desanimar al
agresor, lo cual los hace conspiradores e igualmente responsables. Gracias a
este disparate, este juicio ha pasado a la historia por la gran injusticia que
se llevo a cabo.
El 11 de Noviembre de 1887, Spiers, Parsons, Fischer, y
Engel fueron llevados a la horca mientras cantaban La Marsellesa, en ese
entonces el himno del movimiento revolucionario.
Es evidente que el Proceso de Chicago contra los ocho
sindicalistas anarquistas produjo una sentencia dónde primó el principio de la
‘razón de Estado’ y que no se buscaron pruebas legales ni se tuvo en cuenta la
normativa jurídica de la época. Se quiso juzgar a las ideas anarquistas en la
cabeza de sus dirigentes, y en ellos escarmentar al movimiento sindical
norteamericano en su conjunto.
Para ello fueron amañados testigos, se dejaron de lado las
normas procesales, y los miembros del jurado -como se demostró pocos años
después- fueron seleccionados fraudulentamente. Entre otras anomalías
procesales, la primera fue que se los juzgó colectivamente, y no en forma
individual, como disponía la legislación penal. Se trataba de un juicio
político, y la causa no era la violencia desatada el 4 de mayo de 1886, sino
las ideas anarquistas, por un lado, y la necesidad de impedir el avance de la
organización gremial que había paralizado a los Estados Unidos el 1º de mayo
del mismo año, por el reclamo de la jornada laboral de ocho horas.
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