¿QUÉ ES EL SOCIALISMO UTÓPICO?
¿Qué es?
Friedrich Engels fue quien acuñó el término de «socialismo
utópico» para referirse a los primeros socialistas, por oposición al «socialismo científico» creado por él y por Marx.
De esta forma pretendía destacar que las propuestas de aquéllos eran puras
formulaciones «idealistas» —irrealizables, utópicas— ya que no se basaban
en el análisis «científico» de la sociedad capitalista y de sus
fundamentos económicos y no tenían en cuenta la realidad de la lucha de
clases. Sin embargo, hoy en día se cuestiona que todos los protosocialistas se
puedan calificar como verdaderos utopistas porque muchos de
ellos partieron del análisis de la sociedad industrial y capitalista,
por lo que se propone que el término se restrinja a aquellos que «se
propusieron construir comunidades comunistas en el propio ámbito de una
sociedad capitalista cuyos fundamentos permanecían inmutables». Pero incluso en
este caso, como ocurre con Fourier, Owen o Cabet, se constata que muchas de sus ideas fueron
plenamente realistas y que a diferencia de los utopistas antiguos no se quedaron en
el plano de la mera especulación filosófica sino que intentaron llevar a la
práctica sus ideas convirtiéndolas así en un proyecto político —«la verdad de
mañana», como definió Víctor Hugo a la utopía— capaz de movilizar a determinados
sectores de la sociedad.
Antecedentes
Hasta el siglo XIX, el utopismo
estuvo confinado a elucubraciones filosóficas o literarias. Se puede comenzar
en la concepción del paraíso perdido, en la Biblia cristiana, hasta
la Edad de Oro en la mitología griega y romana. Pero a menudo se
señala a La República, de Platón, como el primer planteo
literario-filosófico de una comunidad ideal.
Ya hacia el Renacimiento, Tomás
Moro escribe su famosa novela Utopía (1516), que inventa
el término que nombrará a esta corriente del socialismo (U=sin/topos=lugar).
Otras utopías literarias son La ciudad del sol (1602), de Tommaso
Campanella; Código de la naturaleza (1755), de Morelly; Foción (1763),
de Gabriel Bonnot de Mably.
Cuando el momento de auge del
socialismo utópico había sido superado, volvió a frecuentarse el género de la
utopía literaria. Se pueden citar Looking backward (1884), de Edward
Bellamy, conocida en castellano como El año 2000; News from
nowhere o Noticias de ninguna parte (1890), de William
Morris; La ciudad anarquista americana (1914), de Pierre
Quiroule; Buenos Aires en 1950 bajo el régimen socialista (1908),
de Julio Dittrich, entre otros.
Historia
La primera oposición a la revolución
industrial fueron los ludditas, movimiento obrero de carácter espontáneo que
se dirigía a la destrucción de las máquinas, que en aquel momento llevaban a la
miseria a los artesanos. Su auge se sitúa en la Inglaterra de 1811 a 1816
extendiéndose posteriormente por toda Europa, siendo a partir de 1817 el
precursor de los primeros sindicatos obreros. La táctica del sabotaje permanecería
en el movimiento obrero, y sus planteamientos se reflejan en el primitivismo.
Dentro de los pensadores y activistas del socialismo
utópico destaca como antecedente libertario Charles Fourier; proponía
una organización política basada en comunidades que denominó «falansterios»,
enlazadas entre sí de forma descentralizada. Por otro lado criticaba la
división del trabajo dentro de los esquemas del feudalismo y del capitalismo,
así como la moral cristiana, y proponía un orden social basado en el ejercicio
pleno de la subjetividad.
En su obra más conocida, ¿Qué es la propiedad?
o Investigaciones sobre el principio del derecho y del gobierno (1840),
Proudhon denunciaba: «la propiedad es un robo», palabras que, según Max
Nettlau, «tenían la fuerza de una revolución».
Junto a los socialistas utópicos, los filósofos hegelianos alemanes
aportaron el corpus teórico del anarquismo de la primera mitad del siglo XIX:
la dialéctica histórica hegeliana aportó un sentimiento de optimismo en cuanto
a la evolución social del devenir histórico, que favorecería en aquel entonces a
la nueva clase obrera (concepto marxista de “lucha de clases”). Wilhelm
Weitling, influido por el cristianismo primitivo, defendía una sociedad ideal
basada en principios morales: “la sociedad perfecta no requiere gobierno,
sino sólo una sencilla administración; carece de leyes y, en su lugar, existen
obligaciones; no tiene sanciones, sino sólo medios de corrección”.
A mediados del siglo XIX, el tejido industrial
aún era débil, predominando artesanos y campesinos. En la década de 1840, Pierre-Joseph
Proudhon en Francia y Josiah Warren en Estados Unidos alcanzaron
el anarquismo independientemente a partir de la crítica de las doctrinas
utópicas socialistas, particularmente las de Charles Fourier y Robert Owen
respectivamente. Para ambos, el ideal de generosidad colectiva del
comunismo era un máximo utópico, y abogaban por comenzar con una más inmediata
y accesible reciprocidad, el camino equitativo de Warren y el mutualismo de
Proudhon. Por su lado, en Alemania, el filósofo Max Stirner partió
del hegelianismo para alcanzar su inversión completa en El
único y su propiedad (1844), negando todos los absolutos e
instituciones, en un individualismo extremo que ha sido denominado como Egoísmo.
Pierre-Joseph Proudhon fue el primer individuo
en denominarse a sí mismo «anarquista», motivo por el cual es
considerado por algunos como el fundador de las teorías anarquistas modernas.
Proudhon, considerado como próximo al socialismo por él mismo y por los
críticos e historiadores posteriores abogaba por una economía no opresiva
donde los individuos intercambiaran el producto de su propio trabajo. El valor
de intercambio de los bienes sería determinado por la teoría del
valor-trabajo. El pensamiento de Proudhon, enfrentado tanto con
el Estado como con el socialismo autoritario que se iba configurando, tuvo
especial repercusión entre los socialistas no autoritarios de Bélgica y
Francia. En 1843 escribió El sistema de las contradicciones
económicas o la Filosofía de la miseria, que dio lugar a una dura respuesta
de Marx, La miseria de la filosofía (1844). Tras la Revolución
francesa de 1848, Proudhon continuó su labor de difusión del
anarquismo durante la Segunda República Francesa en una serie de
diarios, e intentó poner en marcha en 1849 el «Banco del Pueblo», modelo
que lo que actualmente se conoce como banco mutualista, que fracasó antes
de que empezara a funcionar. Los artículos que escribió en enero del mismo año
contra Luis Napoleón Bonaparte, el «Príncipe Presidente», en Le
Peuple le valieron una condena de tres años en prisión.
El pensamiento de Proudhon impresionó
fuertemente a Marx (quien trató de demolerle teóricamente en 1847), a
Stirner en Alemania, y a Bakunin en Rusia. También tuvieron gran acogida en
España, en la figura de Pi y Margall, a través de su obra La
reacción y la revolución. Estudios Políticos y Sociales (1854), y sus
traducciones al español de los libros de Proudhon. Otro anarquista francés
conocido de esta época fue Joseph Déjacque, el primero que se
autodescribió como libertario. Escribió una utopía anarquista intitulada El
Humanisferio, y criticó la visión patriarcalista acerca de la
familia de Proudhon.
El pensamiento de Proudhon tuvo poca repercusión
en Inglaterra y Estados Unidos, donde percibían el anarquismo como una
extensión lógica del liberalismo de John Locke y la democracia
jeffersoniana. Los «derechos naturales» a la vida, libertad y propiedad eran
sacrosantos, y consideraban que el Estado en vez de defenderlos había llegado a
ser destructivo respecto a dichos fines, y debía por tanto abolirse para
permitir que se alcanzara una armonía natural. Desilusionado del
socialismo utópico tras el fracaso de la comunidad experimental de Robert Owen,
«New Harmony», uno de los colonos, Josiah Warren, había concluido la
imposibilidad de la convivencia social desinteresada, y a partir de 1825 abogó
por la individualización completa de la vida social, tomando como modelo de su
primer experimento socioeconómico, la «Cincinnati Time Store», el intercambio
equitativo basado en la teoría del valor-trabajo, sistema económico que se
encuentra plasmado en sus obras Equitable Commerce (1846) y Practical
Details in Equitable Commerce (1852). El anarquismo
individualista de Warren tuvo cierta repercusión en Inglaterra, pero pasó
desapercibido para el socialismo europeo hasta 1885. Sus ideas fueron
desarrolladas posteriormente en Estados Unidos por otros anarquistas
individualistas como Lysander Spooner y Benjamin Tucker, quien
tradujo también la obra de Proudhon.
En Alemania, como reacción a la filosofía
hegeliana, unido a la crítica al cristianismo y al estatismo y burguesismo
imperante, nació un sentimiento libertario original, sobre la década de 1840,
en el ambiente de los hermanos Bruno y Edgar Bauer, un grupo que
al que se llamaba «los libres de Berlín» del que fue pilar Max Stirner. El
grupo desarrolló un nihilismo crítico que en 1842 desembocó
en un repudio completo del Estado. El «egoísta» stirneriano se asemeja al
«superhombre» de Nietzsche, quien lo consideró una de las mentes no
reconocidas del siglo XIX. El radical individualismo de Stirner llegó
a alarmar a algunos anarquistas, como Kropotkin, por la ferocidad de sus
enseñanzas. Cabe destacar también a Ludwig Feuerbach como una
fuente de las ideas libertarias en Alemania, acabando con el autoritarismo
hegeliano mediante el restablecimiento del papel principal del hombre.
Las
corrientes principales son:
El saintsimonismo: cuyos
representantes fueron, Saint-Simon, Enfantin, Bazard y Leroux;
Saint-Simon sometió a la
sociedad surgida de la revolución francesa a una crítica radical. En
ese marco, entendía que todo lo que hicieran los gobiernos debía tender a
mejorar la situación moral y material de los que trabajaban, y terminar con los
dos flagelos que seguían azotando al mundo: la pobreza y las guerras. Para ello,
debía desplazarse a los sectores improductivos y los productivos debían dirigir
los destinos de la nación, ejerciendo cada vez menos gobierno (entendido como
despotismo) y más administración.
En función de esa propuesta, no
se oponía a la propiedad privada, pero propuso suprimir la herencia, de manera
que la acumulación que cada uno lograra fuera producto del propio esfuerzo y no
hubiera enormes acumulaciones generacionales. Por otra parte, la industria
(entendida como toda actividad productiva) debía ser el centro de los esfuerzos
de la sociedad, para subvenir a las necesidades de todos. El Estado debía
realizar grandes emprendimientos en beneficio del conjunto social:
ferrocarriles, diques, puentes, canales de comunicación (fueron los que idearon
los canales de Suez y de Panamá), bancos populares, etc.
En definitiva, su utopía
consistía en un capitalismo equitativo, sin anarquía económica, con una
planificación que permitiera superar la pobreza y evitara las guerras entre
naciones. Para Saint-Simon, su propuesta consistía sobre todo en trasladar a la
política los preceptos del cristianismo.Insistió en la necesidad de la
solidaridad social y en la organización racional de la producción.
El fourierismo: representado por
Fourier y Considérant
Charles Fourier desarrolló
durante la década de 1820 su propuesta de crear establecimientos
agrario-industriales que convocaran a unas 1.600 personas, alojadas en un
edificio especialmente diseñado al efecto, que trabajarían las tierras
circundantes y compartirían las ganancias de las ventas. La comunidad
garantizaría los servicios generales y todos trabajarían, incluso los niños,
pero el trabajo no sería penoso sino atractivo. Los miembros del falansterio elegirían
las labores que más les gustaran, ninguna tarea duraría más de dos horas, pero
la jornada laboral sería muy extensa. Fourier era un defensor del «trabajo
atractivo», idea que desarrolló más tarde Pierre-Joseph Proudhon.
En la concepción de Fourier, el
falansterio se crearía con inversiones privadas, a las cuales se les devolvería
el dinero prestado sin intereses. A su vez, los miembros del falansterio
cobrarían un salario por las tareas realizadas, pero estas no tendrían todas la
misma remuneración. Por otra parte, el talento sería recompensado especialmente.
Se armaba de esa forma el triángulo de intereses que planteaba Fourier: el
capital, el talento y el trabajo.
El hecho de compartir las
ganancias del producto, sin que un capitalista o un financista se reservara
para sí la mayoría de los ingresos, haría que el conjunto del falansterio
ganara mucho más dinero que cualquier empresario, pues el prorrateo de las
inversiones y el ahorro producido por la socialización de los servicios
individuales (comida, vestimenta, vivienda) acrecentaría enormemente las ganancias:
la verdadera industria atractiva daría cuatro veces más ganancias que la «falsa
industria». De esa forma, según Fourier, un solo falansterio podría actuar como
ejemplo y los capitalistas, paulatinamente, invertirían más en nuevos
falansterios que en emprendimientos particulares. Así, en pocos años, el mundo
entero estaría dominado por la asociación económica.
Fourier desarrolló una
clasificación de los períodos de la historia. El siglo XIX era la
«civilización». Cuando proliferaran los falansterios se llegaría al
«garantismo». Pero más allá, cuando los falansterios no compitieran ya con el
capital individual, el mundo llegaría a la «armonía», sociedad ideal donde
todos serían libres, tanto desde el punto de vista económico y legal como
cultural y sexual.
Modelo de Falansterio de Fourier
Robert Owen y Thomson con el
“Socialismo Cooperativo”
Robert Owen comenzó siendo
un reformador del trabajo industrial, pues en la misma fábrica donde él era
dueño implementó medidas de beneficio para el obrero, como la supresión de las
labores penosas y mantenimiento del salario en épocas de reducción de ventas.
Más adelante propuso «granjas
cooperativas» (villages of cooperation), que también tenían lugar para
los emprendimientos industriales, pero básicamente estaban volcadas a la
agricultura. Al principio lo ideó como un plan para resolver la desocupación,
pero pronto se convirtió en un método de regeneración social. Las granjas
colectivas tendrían la función de generar un nuevo espacio moral y educativo,
que para Owen eran los dos factores más importantes por los cuales se
corrompían las personas en la sociedad.
Fuentes:
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