viernes, 29 de enero de 2016

La Semana Trágica Argentina

La Semana Trágica de Argentina

¿Qué fue?

La Semana Trágica es el nombre con el que se conocen los incidentes ocurridos en Buenos Aires en la semana del 9 de enero al 14 de enero de 1919, entre manifestantes obreros de tendencia anarquista y sectores nacionalistas, ocurridos durante el gobierno de Hipólito Yrigoyen.

El conflicto se había originado con la toma de los Talleres Vasena en reclamos de mejores condiciones laborales. El Gobierno aceptó el planteo gremial desde un principio, pero la intransigencia del sector anarquista de la FORA, sumada al accionar violento de rompehuelgas y de grupos nacionalistas, derivó en una escalada de violencia.

El gobierno radical mantuvo en todo momento la postura de aceptar el reclamo sindical, pero no pudo contener la escalada de violencia entre los sectores en pugna.

Los incidentes dejaron un saldo de 141 a 700 muertos (según la fuente que se tome) y centenares de heridos. Este suceso es conocido también como el primer pogrom en América Latina, ya que la Liga Patriótica Argentina atacó a la comunidad judía local.



Antecedentes

Desde su asunción, el gobierno radical lleva adelante una política abiertamente progresista que indigna profundamente a los conservadores en retirada. Yrigoyen recibía en su propio despacho a los dirigentes obreros, y mediaba personalmente para resolver los conflictos, decidiendo casi siempre a favor de los trabajadores.

Se impulsaron varias leyes a favor de la clase obrera, como la ley de organización gremial, la ley de contrato colectivo de trabajo, la adhesión de la República Argentina a las Convenciones Internacionales del Trabajo, la jornada de trabajo de ocho horas, el descanso dominical, el seguro por accidentes de trabajo, el salario mínimo, la ley de jubilación, entre muchas otras.

El radicalismo llevó adelante una clara política económica nacionalista en desmedro del liberalismo económico de los conservadores ligados al modelo agroexportador (sector que de todas formas seguía siendo el motor de la economía y crecía a buen nivel) y que le valió a Yrigoyen ser abucheado en la Sociedad Rural Argentina.

La llegada a poder de la UCR significó la entrada en escena de las clases populares y medias. Los conservadores se referían despectivamente a estos sectores como "la chusma radical" y a Hipó-lito Enraigonen como el peludo por su conocido bajo perfil ya que no daba discursos.

Otro hecho que indignaba a estos sectores era la política exterior del Gobierno. La administración radical rechazó la presión norteamericana de declararle la guerra a Alemania durante la Primera Guerra Mundial, se opuso luego a la exclusión de esta de la Sociedad de las Naciones tras el fin de la guerra, se resistió al proyecto del Pacto Panamericano de Paz de Wilson, intentó realizar una conferencia de países latinoamericanos, reconoció al Gobierno provisional ruso y mantuvo a los funcionarios diplomáticos luego del triunfo bolchevique y rechazó la invasión norteamericana en la República Dominicana (y no reconoció la autoridad del gobierno de ocupación).

En los años que culminaron en la Semana Trágica, hubo varios actos de violencia por parte de los anarquistas y obreros que tomaron el camino de la militancia violenta. El 25 de mayo de 1910, en un esfuerzo por interrumpir las celebraciones que marcaban el primer centenario de la Revolución de Mayo, un anarquista le dio una bomba a un niño para que la plantara adentro de una catedral bonaerense, pero la bomba explotó antes de tiempo y el menor murió y otro perdió ambos brazos. El 28 de junio 1910 otra bomba explotó adentro del Teatro Colón y 20 civiles resultaron heridos, y como consecuencia el Senado y la Cámara de Diputados aprobaron un proyecto de ley que imponía la pena de muerte para aquellos anarquistas responsables de muertes. El 9 de julio 1916, un anarquista intentó asesinar a balazos al presidente Victorino de la Plaza. El atentado tuvo lugar mientras el presidente argentino atendía en la capital argentina un desfile militar durante las celebraciones que marcaban el primer centenario de la independencia argentina. El 9 de febrero de 1918, se produjeron violentas huelgas en algunas de las principales ciudades de Argentina; por lo cual tropas del ejército fueron enviadas a las zonas de disturbios después de que cientos de anarquistas sabotearan las vías de ferrocarriles y quemaran carros cargados de trigo. Los militantes simpatizantes de la Revolución rusa hasta editaban y repartían un periódico entre los soldados conscriptos.

Ante esto, surgieron grupos de jóvenes conservadores y militares con tendencia abiertamente fascista que propugnaban frenar la chusma radical con sus propias manos. Así, surgieron grupos abiertamente antiyrigoyenistas, como la Liga Patriótica Argentina y su satélite diario La Fronda.



Cronología de los acontecimientos

Los sucesos comenzaron el 7 de enero con una huelga en los Talleres Metalúrgicos Vasena en la Ciudad de Buenos Aires (donde hoy se encuentra la Plaza Martín Fierro en el barrio de San Cristóbal). Los huelguistas, algunos de ellos afiliados a la FORA del V Congreso (de tendencia anarquista y que promovía la acción directa), reclamaban la reducción de la jornada laboral de 11 a 8 horas, mejores condiciones de salubridad, la vigencia del descanso dominical, el aumento de salarios y la reposición de los delegados despedidos.

El Departamento Nacional del Trabajo había hecho lugar a los reclamos obreros y dispuso satisfacer las demandas, que fueron desoídas por la parte empresarial. La empresa intentaba seguir funcionando con obreros rompehuelgas provistos por la Asociación Nacional del Trabajo, una asociación patronal que junto con el embajador inglés quiso entrevistarse con Yrigoyen, quien no los recibió y los hizo echar de la casa de gobierno.

Un disturbio entre los obreros en huelga terminó con la intervención de la policía, que disparó con armas largas contra la multitud. En la confrontación, un cabo de la policía, Vicente Chávez, sufrió varias heridas con arma blanca que le produjeron la muerte En la calle Suipacha, los huelguistas atacaron un tren eléctrico del Central Argentino, resultando muerto un pasajero. En respuesta a esto, Yrigoyen relevó al jefe de policía, nombró a Elpidio González en ese puesto, y prohibió la Liga Patriótica Argentina.

Ni bien entró en funciones, Elpidio González comenzó a negociar -por instrucción del Presidente- con dirigentes de la FORA IX Congreso, de tendencia sindicalista, y que no propiciaba la violencia como medio político.

Rápidamente llegó a un acuerdo con Sebastián Marotta, secretario general de la entidad gremial, por el cual se aceptaban todos reclamos obreros, se establecía un plazo de 24 horas para su aplicación por parte de Vasena, y se liberaban a los obreros detenidos durante los incidentes. A cambio, los huelguistas deberían desalojar el establecimiento ocupado.

Sin embargo, la tendencia anarquista de la FORA logró imponer el rechazo al acuerdo en el plenario de la agrupación gremial y la continuidad de la huelga.

Elpidio González decidió entonces ir personalmente a los talleres para negociar con los manifestantes, antes de que la situación se tornara más violenta. Los huelguistas desconocieron su autoridad y los sectores más radicalizados intentaron agredirlo volcando e incendiando el auto oficial en el que había llegado. Esta acción provocó la muerte del subteniente Antonio Marotta, comandante del pelotón de fusileros encargados de la protección de González.



Ante el estancamiento de las negociaciones y la negativa radical de reprimir, la patronal decidió intervenir mediante grupos de choques y rompehuelgas, a los cuales se sumaron organizaciones de ultraderecha, como la Liga Patriótica Argentina, que produjeron violentos incidentes en todo Buenos Aires contra trabajadores, inmigrantes, judíos, y cualquier persona que fuese vista como una amenaza para la patria por parte de estos grupos. El saldo fue de cuatro obreros muertos y más de treinta heridos, algunos de los cuales fallecieron después. En estos enfrentamientos, los huelguistas mataron a un joven estudiante, Pascual Arregui, de la Manifestación Patriótica.

La FORA declaró la huelga general, y el sector anarquista le añadió la palabra "revolucionaria".
Con la Policía de la Capital totalmente desbordada, el Gobierno decidió la intervención del Ejército para poner orden, y situó al frente al General de División Luis Dellepiane, un militar profesionalista que contaba con buenos antecedentes y que había estado siempre subordinado a la autoridad constitucional.

El 9 de enero se produjo un multitudinario sepelio por los obreros fallecidos, que es escoltado por los hombres de Dellepiane para evitar más incidentes. Más allá de un tumulto que se generó en la intersección de la Avenida Corrientes con Yatay, cuando algunos manifestantes cantaron consignas provocativas al pasar por una iglesia y fueron repelidos desde la misma, la caravana logró llegar al cementerio de la Chacarita sin mayores complicaciones.

Sin embargo, cuando estaba por comenzar a hablar el tercer orador, se produjo un episodio confuso. Algunas fuentes aseguran que el primer tiro vino por parte de los obreros, y sirvió de excusa a los extremistas. Lo concreto es que miembros del Regimiento de Caballería 8, de la Liga Patriótica Argentina y algunos bomberos, al mando del capitán Luis A. Cafferata, comenzaron a disparar contra los manifestantes. Esta acción es impulsada principalmente por sectores nacionalistas. Ese día, en la calle Pueyrredón un grupo de huelguistas mata a tiros al sargento del ejército Ramón Díaz, y en la calle Corrientes es muerto el comandante de un pelotón de fusileros, el subteniente Agustín Ronzoni y un civil a manos de los huelguistas. Un pelotón bajo el mando del sargento Bonifacio Manzo también cae en una emboscada y parte del Regimiento de Infantería 7 es obligado a recurrir al uso de una ametralladora pesada Vickers para repeler a los atacantes. El Regimiento de Infantería 3 también se ve obligado a intervenir y liberar a 400 trabajadores que se negaron a participar en las huelgas, y que ahora se encontraban atrapados en los Talleres de Vasena por los anarquistas, quienes planeaban incendiarlos junto con el edificio. Los conductores de ambulancias y los médicos a bordo tuvieron que salir armados con revólveres para poder defenderse de los huelguistas que buscaban venganza.

Al día siguiente, Dellepiane amenazó con "emplazar la artillería en la plaza del Congreso y atronar con los cañones toda la ciudad" si la violencia de ambos bandos no cesaba. Mientras tanto, un destacamento del ejército instalado frente a la fábrica abrió fuego contra los obreros y en otros lugares dos policías son muertos, el cabo Teófilo Ramírez y el agente Angel Giusti, al ser atacados por los huelguistas.

El 12 de enero, los Regimientos de Caballería 5 y 12, apoyados por un regimiento de artillería de montaña, entraron en Buenos Aires junto con 300 soldados de la infantería de marina.

Yrigoyen ratificó con la FORA socialista la liberación de los obreros detenidos, un aumento del 40%, y la reducción de la jornada laboral. Citó a Pedro Vasena a su despacho y le exigió la aceptación total e incondicional de lo que acababa de acordar con la FORA. Vasena no tuvo otra alternativa que ceder.

La FORA anarquista volvió a rechazar el acuerdo y pidió la liberación de Simón Radowitzky, un anarquista que purgaba prisión perpetua en Ushuaia por haber asesinado al jefe de policía Ramón Falcón 11 años atrás.

Una investigación realizada durante esas fechas por Estados Unidos, y difundida después, planteó que los obreros anarquistas habían actuado bajo la influencia de agentes germanos y soviéticos (por intereses económicos los primeros e ideológicos los segundos).

Mientras tanto, algunos de los huelguistas querían reanudar la lucha armada y en la mañana del 13 de enero trataron de apoderarse de las armas de una estación de policía, pero se vieron obligados a retirarse después de encontrarse bajo fuego de un pelotón de fusileros de infantes de marina recién llegados del crucero ARA San Martín.

Finalmente, el martes 14 de enero, Dellepiane se reunió por separado con las dos FORA, en donde ambas pidieron "la supresión de la ostentación de fuerza por las autoridades" y el "respeto del derecho de reunión". Es decir, que el Gobierno garantizara la normalización de la situación. El planteo fue aceptado y ambas centrales finalmente levantaron la huelga.

Al día siguiente, Yrigoyen ordenó hacer efectiva la puesta en libertad de todos los detenidos. Por su parte, Dellepiane dictó la siguiente orden del día:

Quiero llevar al digno y valiente personal que ha cooperado con las fuerzas del ejército y armada en la sofocación del brutal e inicuo estallido, mi palabra más sentida de agradecimiento, al mismo tiempo que el deseo de que los componentes de toda jerarquía de tan nobles instituciones, encargadas de salvaguardar los más sagrados intereses de esta gran metrópoli, sientan palpitar sus pechos únicamente por el impulso de nobles ideales, presentándolos como coraza invulnerable a la incitación malsana con que se quiere disfrazar propósitos inconfesables y cobardes apetitos.



Pogrom

Desde que Yrigoyen ordenó al Ejército recuperar el control de la ciudad, durante tres días Buenos Aires sería zona liberada para la acción homicida del Ejército, la policía y grupos de civiles armados y "guardias cívicas radicales", que unos días después se organizarían bajo el nombre de Liga Patriótica. Fueron arrasados los barrios obreros, incluyendo el barrio judío del Once, donde las fuerzas represivas produjeron el único pogrom (matanza de judíos) que se haya realizado en el continente americano, convocando a “cazar rusos”. En medio de la masacre apareció la frase “yo, argentino”, utilizada como salvoconducto para salvar la vida.

El saldo total fue de unos 800 muertos nunca identificados: ancianos, mujeres, niños, hombres. Hubo también decenas de desaparecidos, miles de heridos, y más de 50.000 detenidos. Fueron quemadas viviendas obreras, sinagogas, locales sindicales y partidarios, periódicos, bibliotecas populares y judías, cooperativas. El gobierno detuvo y torturó a miles de ciudadanos, como el inmigrante judío Pinie Wald al que acusó falsamente de ser el líder de una revolución judeo-comunista y facilitó a los grupos parapoliciales las comisarías donde establecieron sus bases operativas. Una vez liberado Pinie Wald relató las torturas y ultrajes sufridos en el libro Koschmar (Pesadilla), escrito en idish y traducida al español recién en 1987.

Debido a la importancia de los acontecimientos, ha sido objeto de numerosas obras y ensayos, además de ser sujeto de muchas interpretaciones respecto a sus causas y al accionar del gobierno.

Para los anarquistas representó un estandarte de la lucha contra el Estado. El peronismo lo utilizó con posterioridad para acusar al gobierno radical de reprimir a los obreros. Los radicales, por su parte, sostienen haber quedado en medio de pujas entre sectores radicalizados tanto de derecha como de izquierda, maximizados por el ambiente de tensión de la época producto de las medidas progresistas de Yrigoyen y de la reciente Revolución de Octubre, con sus propósitos de revolución mundial. Reivindican, a su vez, haber aceptado el reclamo obrero desde un principio.


Fuente:

-https://es.wikipedia.org/wiki/Semana_Tr%C3%A1gica_(Argentina)




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